lunes, 17 de octubre de 2011

Diario de Exia Tulis 16/10/2011

Suena el timbre, debe ser el médico. Oigo que mamá va a abrir y las nerviosas pisadas de un hombre adulto. Joshua Kendo, seguro. Me concentro en escuchar la conversación: "¿Es usted el Doctor Kendo?" "No, él no podía venir y me ha mandado a mí en su lugar, soy su ayudante." "Encantada. A ver, le cuento..." De repente siento una urgente necesidad que me viene de dentro, y va llenando todo mi cuerpo a gran velocidad. Recorre mis venas hasta los brazos y las piernas, siento que todo palpita, el suelo baila a mi alrededor... Y la locura invade mi cuerpo.

Me acuerdo de poco de lo ocurrido después. Y lo que recuerdo me parece que pertenece a otra persona, no a mí.
Bajé las escaleras como un rayo y me lancé sobre el pobre doctor como llevaba días resistiéndome a hacer con mis padres o mi hermano; y le clavé los dientes en el hombro. No puedo describir la sensación, mis males desaparecieron conforme el liquido viscoso ascendía por mi garganta y eren remplazados por una oleada de energía pura tras otra.

Prestando atención a la sangre, notaba como estaba a punto de llegar a un punto en el que ésta empezaba a oler diferente, no humana. "¡Tengo que parar!" Pero no podía. Entonces recordé las palabras del Doctor Kendo:
            
               "Cuando llegue el momento, Exia, recuerda que TIENES QUE PARAR A TIEMPO"

Y así lo hice, justo antes de atravesar la barrera. Solté al hombre y, sin dar tregua a mis padres para decir nada, corrí a encerrarme en el baño. Pasé la siguiente media hora inmóvil acurrucada en un rincón sin atreverme a salir y sin atreverse nadie a llamar. Ahora, por fin me levanto y me encaro a mi yo del espejo.

"Bueno, tengo reflejo, lo que ya es algo." Me entra una risita histérica y me fijo en la "Exia" que me devuelve la sonrisa. Sólo tengo ojos para los dos grandes y afilados colmillos que surgen de su/mi boca. Normalmente deben ser blancos, pero en estos momentos tienen una costra de sangre reseca, de un rojo tornado oscuro.
Me paso la lengua entre ellos intentando quitarla y, cuando lo consigo, no tardo en escupirla entre arcadas, es asquerosa. Una vez limpios, aparece la cuestión de cómo guardarlos, porque si antes no estaban fuera se podrán recoger, ¿no?
Con sólo pensarlo, se hunden en mis encías con un leve sonido de rozamiento. Por lo menos, ya he solucionado la situación de llevar dos pinchos colgando de la boca...

Lo que sé o creo saber:

*Acabo de "chuparle la sangre" a un hombre.
*Creo que está vivo (gracias a Dios).
*Puedo decir el nombre de Dios, así que no soy un puñetero bicho del Infierno.
*Ser o no ser, ésa es la cuestión.
*Me he convertido en un maldito vampiro (eso, o padezco un grave trastorno psicológico).
*No tengo ni idea de cómo se lo van a tomar mis padres.

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